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“Nadie puede garantizar que sus cachorros no tendrán displasia. Un criador responsable te indicará que las probabilidades son más ó menos bajas ( en función de suconocimiento sobre las valoraciones de los antepasados de sus reproductores), y que por ello te da una determinada garantía frente a la enfermedad, de un tipo u otro, en función de diversos factores éticos y económicos. Un criador responsable se preocupará por sus cachorros cuando tenga conocimiento de que alguno de ellos padece cualquier dolencia...”

“El origen del problema es doble: desconocimiento del comprador – falta de ética en la crianza.”

Todos los perros pueden padecer, como las personas, muchos tipos de enfermedades.

Algunas de ellas se presentan con cierta frecuencia, como los trastornos digestivos y las alergias, y aunque hoy en día hay muchos tratamientos veterinarios ó dietéticos que las eliminan, si no lo consiguen en su totalidad el perro puede llevar una vida digna.

Pero hay algunas afecciones que desgraciadamente aparecen más a menudo de lo deseable en razas como el golden, el labrador, el pastor alemán y otras de tamaño grande, y que afectan de modo muy negativo e importante en el bienestar físico del individuo. La más conocida y de la que más casos se presentan es la Displasia, de Cadera ó de codo. También hay determinados problemas oculares en el caso del Golden Retriever, que son transmitidos genéticamente, como la Artrofia progresiva de retina.

Hoy en día se puede encontrar mucha información sobre estas enfermedades en internet, por lo que aquí sólo voy a explicar lo que considero un conocimiento básico para un propietario responsable.

DISPLASIA DE CADERA / CODO

Se trata de una enfermedad transmisible genéticamente, y que afecta a la articulación de la cadera (patas traseras), ó del codo (patas delanteras), provocando en sus fases más graves una cojera y dolor permanente, provocadas por la artrosis generada en el roce entre los huesos por la imperfección morfológica de su unión.

El tratamiento, una vez detectada, y en función de la gravedad de la misma, va desde la toma de condoprotectores (medicamentos que protegen las articulaciones), hasta la cirugía, mediante diversos sistemas en función de la edad del animal y su estado.

En cuanto a su prevención, como indicaba anteriormente, se trata de una enfermedad hereditaria, y la única forma de prevenirla y erradicarla hoy por hoy es impedir el cruce de ejemplares que sean portadores del gen.

De momento la genética no está lo suficientemente avanzada como para detectar dicho gen en un simple análisis, con lo que la únicas técnicas de detección de la enfermedad se basan en la medición de diversos parámetros de una radiografía de las caderas y el codo, una vez que el perro es adulto. Se miden grados diferentes en función de la mayor ó menor perfección del ajuste de la cabeza del hueso en el acetábulo de la cadera, ó de ajuste de los extremos de húmero y radio, para el caso del codo, y se da una valoración. Esta puede ser numérica, en el caso de valoración por la Asociación de Veterinarios Británica (BVA), ó mediante las cinco primeras letras del abecedario, para el caso de la Asociación de Veterinarios Española (AVEPA). Los menores grados de la afección se corresponden a la numeración más baja, ó a la primera letra del abecedario, dando una valoración para cada cadera-codo en el caso de BVA, y siendo única la valoración española para las dos caderas-codos. El rango de valores va de 1 a 53 por cadera, y 0 a 3 por codo en BVA, y de la A a la D en AVEPA, en cadera. Por ejemplo, un perro con caderas perfectas sería A, y correctas B, en AVEPA. En el caso de BVA una cadera perfecta sería valorada entre 0 y 3, ó un cómputo de 6 entre las dos caderas; y correcta de 4 a 8 en cada cadera, ó un cómputo de 16 entre las dos caderas.

BVA hace una recopilación de datos de todas las radiografías analizadas, para cada raza, y establece en función de la media el límite máximo de puntuación a partir del cual no se recomienda criar en esa raza. A medida que la media baja, (es decir hay menos casos de displasia), el límite también baja. Así, si estos límites en cuanto a los grados, fuesen respetados por todos los criadores a la hora de descartar de la crianza aquellos ejemplares que los superaran, se lograría, en teoría, la erradicación de la enfermedad a medio plazo.

Hay que indicar una cuestión importante. El hecho de que un ejemplar sea valorado como libre de displasia no supone que genéticamente no sea portador de los factores desencadenantes de la enfermedad. En genética la combinación de grupos de genes del padre y la madre, hace que una característica física aparezca en los descendientes ó no. La única herramienta genética que posee el criador es la valoración de displasia de los ancestros conocidos de los futuros padres. La baja valoración de todos los antecesores no garantiza, pero sí maximiza las probabilidades de no aparición de la displasia.

Por ello nadie puede garantizar que sus cachorros no tendrán displasia. Un criador responsable te indicará que las probabilidades son muy bajas ( en función de su conocimiento sobre las valoraciones de los antepasados de sus reproductores), y que por ello te da una determinada garantía frente a la enfermedad, de un tipo u otro, en función de diversos factores éticos y económicos. Un criador responsable se preocupará por sus cachorros cuando tenga conocimiento que alguno de ellos padece cualquier dolencia.

Pero los INTERESES ECONÓMICOS EN LA CRIANZA CANINA imperan en muchos casos, lo que evita que se vayan alcanzando los objetivos de erradicación de estas enfermedades. Hay que recordar que la mayor parte de los ejemplares que se crían de cada raza provienen de un tipo de crianza al estilo de las granjas: muchos ejemplares en cheniles, criando constantemente, y a un precio muy ajustado. Por supuesto tienen los documentos relativos al pedigrí, y respetan un mínimo de requisitos veterinarios y sanitarios. Todos estos ejemplares no son controlados respecto a displasia y taras oculares, de las que no informan a sus clientes. Estos, desconocedores de la cuestión, pueden estar adquiriendo un perro que padece alguna de dichas dolencias. Por supuesto, esos criadores no entregan ningún tipo de garantía al respecto, y no sólo no devolverán el importe cobrado por el cachorro, sino que no informarán sobre los posibles tratamientos, ni se preocuparán por quien es ya a estas alturas un miembro más de la familia.

Todos estos ejemplares provenientes de ese tipo de crianza no son valorados de forma oficial, con lo cual no forman parte de la base de datos, que al final sólo se nutre con un 5 ó 10% de los ejemplares que nacen cada año. La genética continúa su curso, y la enfermedad perdura en la raza. Sólo en aquellos ejemplares controlados antes de la crianza se puede tener una seguridad relativa de no transmisión de la displasia.

Son muchos los propietarios que cada año se encuentran con que su nuevo miembro de la familia padece dolor y cojera, y que se tienen que gastar mucho dinero en tratamientos y operaciones, y padecer angustia constante por su amigo.

El origen del problema es doble: desconocimiento del comprador – falta de ética en la crianza.

La labor de un buen criador no debe basarse principalmente en el éxito de la belleza de los ejemplares que cría, sino en su bienestar y salud. Si además logra criar un determinado número de ellos que triunfen en las exposiciones entonces será un excepcional criador.